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“Freaks and Geeks” – LA SERIE de la adolescencia | Adolescencia a través del cine por Miguel García Boyano

 

Cancelada tras una sola temporada, “Freaks and Geeks” (1999-2000) siguió aquel principio tan cinematográfico que reza “vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver”. No comprendida por público ni productores, su éxito fue póstumo; su consideración como “serie de culto”, unida a la increíble trayectoria de sus protagonistas y creadores, representan un atractivo demasiado fuerte para un público siempre necesitado de nuevas propuestas. Y digo nuevas porque, a pesar del desarrollo de la televisión y su más que evidente legado, aún no se ha llegado a plasmar en esta la adolescencia con tanta autenticidad. Sus perfectamente escogidas dosis de drama van intercalándose, casi sin darnos cuenta, dentro del tono cómico de la serie, dejándonos entrever el verdadero sentir de aquellos años.

 

La serie sigue el año escolar en el instituto McKinley de Lindsay (Linda Cardellini) y Sam (John Francis Daley) Weir, miembros respectivos de dos grupos nítidos para el espectador y de difícil traducción: los freaks –terminando la adolescencia– y los geeks –a medio camino–. Su viaje a 1980-1981 acabó por servir a sus creadores el caldo de cultivo necesario para trasladar a la pequeña pantalla todas las frustraciones, descubrimientos y conflictos en general que cada uno de ellos habían experimentado en sus años de instituto. Sospecho que esta y no otra es la razón por la que –siempre desde esa pequeña escala que supone mirar con la lupa de la cuarta pared al pasado– el regusto desgarrador de los momentos dramáticos de “Freaks and Geeks” permanece, indoloro, en mi paladar, mientras que los cómicos no me hacen sino sonreír a sus inocentes y carismáticos protagonistas.

 

La cámara se sienta a nuestra mesa. ¿O nosotros a la suya? A la ordinaria mesa de los Weir en compañía de unos padres tanto o más monótonos que los platos. Este, el nuestro, es un hogar de apariencia gris que solo puede invitar a la huida. Ninguno se salva. ¿O quizá todos lo hagan? “Freaks and Geeks” condena a sus protagonistas conforme profundiza en la inevitable imperfección de sus mayores. Y mientras que los freaks parecen haber asumido y abrazado, al menos temporalmente, esta corrupción, los geeks aún habrán de pasar la penitencia que supondrá la caída de sus dioses.

 

La impecable selección musical, muy a tono, desde los títulos de crédito, con el carácter de la serie, o las frecuentes y deliciosas referencias cinematográficas al cine en cartel de aquellos años hacen aún más disfrutable esta serie. Pero lo que la hace memorable, como todo producto televisivo que se precie, es su amplísimo elenco de personajes inolvidables: Neal (Samm Levine) y su trabajo a tiempo parcial como mascota de instituto o como ventrílocuo; el vulnerable huracán Kim Kelly (Busy Phillipps); Nick fumado machacando la batería; Cindy (Natasha Melnick), “Oh! Hi Cindy”; Gordon Crisp (Jerry Messing) –¿quién lo bautizó?–; Millie “going all the way”; y un largo etcétera. Daniel (James Franco), Bill (Martin Starr) y, por encima de todos ellos, Lindsay llevan “Freaks and Geeks” a otro nivel con la entrega, en casi cada gesto, de una parte de sí. Y es de eso de lo que bebe la serie, de las conversaciones que todos querríamos tener en el despacho de Mr. Rosso (Dave Allen) con unos personajes tan reales en plena autodefinición. Dicen que Lauren Ambrose (“Six Feet Under”) optó al papel de Lindsay; y yo, que creo que lo logró.